En el corazón del vasto sur de América del Sur, entre los valles y montañas de la región andina, el pueblo mapuche ha tejido una sinfonía de vida y salud que resuena con el ritmo de la tierra misma. Los *machi*, curanderos y guardianes del conocimiento ancestral, son los artífices de esta armonía, y sus manos, guiadas por la sabiduría de generaciones, buscan curar no solo el cuerpo, sino también el alma. Su arte de la sanación es un poema en el que cada planta es una estrofa, cada rito una metáfora, y cada curación una narrativa de equilibrio y respeto.
El bosque mapuche es un jardín sagrado, donde cada árbol, cada arbusto y cada hierba tiene una historia que contar. En este santuario natural, las plantas se alzan como guardianes de secretos antiguos, esperando a ser descubiertos por aquellos que saben escuchar el susurro de la tierra. En el centro de esta tradición se encuentra el *machi*, un maestro de la medicina ancestral que conoce la danza sutil entre la vida y la naturaleza.
**El Mulle: Guardián de los Alientos**
Entre las plantas que el *machi* valora, el *mulle* (Verbascum thapsus) se alza con majestad. Sus hojas aterciopeladas, como un manto dorado, abrazan la tierra, y su infusión se convierte en un bálsamo para los alientos cansados. En la fría brisa del invierno, el *mulle* se convierte en un amigo cercano, ofreciendo alivio a la tos y a los resfriados con su poder de sanación. El *mulle* es un guardián de los alientos, un protector que vela por la claridad de la respiración y el vigor del espíritu.
**El Quillay: El Árbol de la Sabiduría**
El *quillay* (Quillaja saponaria) es un árbol venerado que se erige como un símbolo de sabiduría y resistencia. Su corteza, cubierta de un fino polvo dorado, ofrece una espuma que limpia y purifica. Los *machi* saben que el *quillay* no solo tiene el poder de aliviar las molestias digestivas, sino también de otorgar una limpieza profunda al cuerpo y al alma. En su sombra, los curanderos realizan rituales que conectan la tierra con el cielo, utilizando el *quillay* como un puente entre los mundos.
**La Rosa Mosqueta: El Cuerpo de la Tierra**
Como un rubí en la paleta de la naturaleza, la rosa mosqueta (Rosa eglanteria) florece en el jardín de la sabiduría mapuche. Sus semillas, como pequeños tesoros, son la fuente de un aceite que cicatriza las heridas con la delicadeza de un susurro. Este aceite, apreciado por sus propiedades regeneradoras, se aplica con ternura sobre la piel, sanando las quemaduras y los cortes, y permitiendo que la piel vuelva a florecer en su estado natural de salud.
**La Culén: El Aliento de la Tierra**
El *culén* (Piper umbellatum) es una planta que, en su esencia, lleva el aliento de la tierra misma. Sus hojas, con su aroma picante y cálido, se utilizan para aliviar el dolor y la inflamación. La magia del *culén* radica en su capacidad para calmar los músculos tensos y las articulaciones adoloridas, proporcionando una sensación de alivio que es tanto física como espiritual. En el ritual de la sanación, el *culén* se convierte en un símbolo de la fuerza y la vitalidad de la tierra, recordando a quienes lo usan la conexión entre su cuerpo y el mundo natural que los rodea.
**El Palo Santo: La Luz del Espíritu**
El *palo santo* (Bursera graveolens), aunque más común en las tradiciones andinas, también encuentra su lugar en la práctica mapuche. Este árbol, con su madera fragante y resina dorada, se convierte en un instrumento de purificación y protección. Al ser quemado, el *palo santo* emite un humo sagrado que limpia el aire y el espíritu, ahuyentando las energías negativas y creando un espacio propicio para la meditación y la curación. Su aroma, a madera y a cítricos, llena el entorno de una calma serena, ofreciendo un refugio para el alma en busca de paz.
**La Manzanilla: El Abrazo de la Calma**
La *manzanilla* (Matricaria chamomilla) es una planta que, con sus pequeñas flores doradas, ofrece un abrazo de calma en los momentos de inquietud. Sus infusiones, suaves y reconfortantes, son el remedio perfecto para los trastornos digestivos y el estrés. Los *machi* emplean la *manzanilla* para crear un ambiente de tranquilidad y bienestar, permitiendo que los cuerpos y las mentes se relajen y encuentren equilibrio. En cada taza de té de *manzanilla* se encuentra un susurro de la calma y la serenidad que la tierra ofrece generosamente.
**El Yanten: El Sello de la Esperanza**
El *yanten* (Plantago lanceolata), con sus hojas alargadas y verdes, es una planta que lleva el sello de la esperanza y la renovación. Su uso en la medicina mapuche es diverso, desde tratar heridas hasta aliviar problemas respiratorios. En las manos del *machi*, el *yanten* se convierte en un símbolo de la capacidad de la naturaleza para regenerar y sanar. Su presencia en los rituales es un recordatorio de que la curación es un proceso continuo, lleno de promesas de salud y vitalidad.
**La Ruda: El Guardián del Equilibrio**
La *ruda* (Ruta graveolens), con sus hojas de un verde intenso y su aroma penetrante, es una planta que simboliza el equilibrio y la protección. Utilizada tanto en remedios como en rituales, la *ruda* tiene la capacidad de armonizar el cuerpo y el espíritu. En la tradición mapuche, se cree que la *ruda* protege contra las energías negativas y las influencias externas, manteniendo el equilibrio y la salud de quienes la utilizan. Su papel en la sanación es tan espiritual como físico, actuando como un escudo contra las perturbaciones.
**La Chachacoma: El Reposo del Viento**
La *chachacoma* (Petrorhagia nanteuilii) se alza como una planta modesta, pero con un poder significativo en la medicina mapuche. Sus propiedades para aliviar dolores de cabeza y problemas digestivos hacen de la *chachacoma* una aliada en la búsqueda del confort y el alivio. En el ritual de la sanación, la *chachacoma* ofrece un respiro en medio de las tormentas de la vida, trayendo consigo un soplo de calma y reposo.
**El Ñirri: El Susurro de la Tierra**
El *ñirri* (Aloysia citrodora), conocido también como hierba luisa o cedrón, es una planta que susurra el aroma del campo en cada hoja. Utilizado en infusiones para problemas digestivos y como un calmante, el *ñirri* aporta una sensación de frescura y renovación. Su presencia en las prácticas medicinales mapuche es una expresión de la generosidad de la tierra, ofreciendo alivio y bienestar a quienes buscan su ayuda.
(…) No solamente los machi, sino también lawentuchefe, püñeñelchefe, las parteras que le dicen así del campo, siempre existieron porque eran una necesidad que se mantuvo. Si existen personas así que saben y que tienen mucho más conocimientos que los que se tiene en los hospitales es porque los conocimientos de los lawentuchefe o de las püñeñelchefe, por ejemplo, son conocimientos milenarios, son conocimientos de las experiencias y desde la espiritualidad. También están los gütamchefe que son los componedores de huesos que decimos, que también siempre han existido y aún existen. Entonces los estados hoy día no pueden hacer como que no existe, porque esto sí existe y ha existido desde hace muchísimos años… (c.t, Cristóbal Tremigual Lemui)
En el bosque mapuche, cada planta, cada *machi*, es una nota en la sinfonía de la vida, creando un equilibrio delicado entre la naturaleza y el ser humano. Los conocimientos ancestrales sobre el uso medicinal de estas plantas son un legado de sabiduría que sigue floreciendo en la actualidad, recordándonos que la salud y el bienestar están entrelazados con el respeto y la conexión con la tierra.
En la danza de la vida mapuche, las plantas no son solo remedios; son símbolos de un diálogo continuo entre el hombre y la naturaleza, una conversación que ha existido durante siglos y que continúa hoy en día, como un poema eterno de sanación y equilibrio.
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